Si por un momento miráramos a nuestros hijos, con ojos de sabiduría y comprensión. Veremos a una planta a medio crecer, que por la delgadez de su tallo se inclina hacia la dirección del viento.
Si por un solo momento pudiéramos ver la raíz de esa planta, veremos también que su semilla nace en nosotros mismos. Es cuando nos damos cuenta que siendo ellos una extensión de nuestro ser solo nosotros podemos hacer que esa planta llegue a la sabiduría.
Cuanto podemos hacer por nuestros hijos, cuanta responsabilidad tenemos de que ellos alcancen la gloria.
Desde muy pequeños aprendimos de nuestros padres, lo mismo que ellos ahora perciben de nuestro comportamiento.
Es por ello que si demostramos violencia, desamor y actitudes erradas, son ellos, nuestros hijos los primeros que absorverian nuestras actitudes, y de esta manera construiremos nuestro espejo, el espejo de un padre.
Si queremos ver bien a nuestros hijos, y que estos superen con creces los obstáculos de la vida, comencemos por cambiar nuestro espejo, aquel que dará el reflejo de vuestra mejor semilla.
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